miércoles, 26 de agosto de 2009

Poesía. Ruy Belo

RUY BELO
El problema de la habitación
y de los ciegos que se niegan a ver
¿o es preciso leer a Kierkegaard para entender de poesía?






Leo poesía con frecuencia—no diré que a todas horas, pero sí todos los días; de ninguna manera soy ni me puede considerar nadie un especialista en lírica.. Lo último sería que la cortedad de vista de algunas disciplinas cayera también sobre la poesía... espero que nadie me pille jamás en ese renuncio. Si reconozco alguna autoridad en poesía, es la de los poetas; pocos estudios sobre la poesía me parecen relevantes incluso llegando de la mano de aceptables poetas (por eso no quiero comentar el último libro de Hugo Múgica que he leído: es mejor leer a G. Trankl y no usarlo como pretexto, y digo esto pese a los indudables aciertos del argentino). Excepción hecha, claro está, de Dámaso (que no es aceptable, sino maravilloso) y los buenísimos libros sobre el símbolo de don Carlos Bousoño. Así, leo poesías guiado por mi imperfecta intuición, que no por mi gusto: si por mi gusto de entonces fuese, ¿habría empezado a leer a Celan? ¡Jamás hubiese leído a Bécquer! ¿Quedarse sólo en Juan de la Encina? El propio agrado sólo lo retrata a uno y suele cerrarle horizontes si el lector sólo se deja guiar por él. Creo que fue otro argentino, más egocéntrico que la media, Borges, quien dijo que el tiempo es el mejor antólogo: uno no puede dejar de leer lo que ha perdurado (conozco los inconvenientes de semejante tesis, pero es la que tengo más a mano: el argumento del cuerno de la abundancia, debido al nada poético Kolakowski, podría utilizarse aquí). Mi estupidez es tal que a veces, cuando me pierdo en una librería a leer poemarios buscando algo digno (pues todos sabemos que bajo el epígrafe de “poesía” se esconde mucho engaño editorial y de artistas supuestamente “ferpectos” rematadamente malos) buscando algo digno, digo, llego a comprar libros que ya tengo porque la emoción que me producen algunos versos es siempre nueva y, claro, también está la edad y la cada día más flaca memoria, mas mejor dejo mis penurias en otra parte.

Todo lo anterior es para explicar que el otro día en una de mis incursiones di con un libro muy hermoso de Ruy Belo, El problema de la habitación, Madrid, Ed. Sequitur, 2009. La edición, hecha con el apoyo de del Ministerio de Cultura y del Instituo Camões de Portugal, es por fortuna bilingüe (la traducción al español corre a cargo de Luis González Platón). Yo entiendo aceptablemente el gallego (me encanta Cunqueiro y me aburre Castelao); pero leer portugués me cuesta más trabajo, tanto que a veces lo abandono y vuelvo al castellano. Esto significa: en lo que a mí respecta, la traducción española de los versos de Belo es muy buena. Dicho lo cual, reconozco que sólo conocía a Ruy Belo por un poema suelto (y traducido). Como he referido otras veces, en ocasiones lo que me mueve a comprar un libro es... la portada. Éste ha sido uno de esos casos y, salga el Sol por Antequera, he acertado.

¿Quién es Ruy Belo? Aparte de ser el representado en las fotografías, de El problema de la habitación se desprende que fue un excelente poeta. Ruy de Moura Belo nació en Portugal en 1933 y murió en agosto de 1978. Vivió, por lo tanto, cuarenta y cinco años, que se me antojan muy pocos puesto que yo he sobrepasado esa edad. Digo esto porque acabo de recordar el comentario de uno de los dos (tres tal vez) buenos profesores que he tenido en mi vida: “Prefiero que si cae una bomba me destruya a mí que a la catedral de París porque como yo habrá muchos, pero Nuestra Señora sólo hay una”; pero se equivocaba, porque nunca hubo ni habrá nadie como él: mejor nos deshacemos de todas las bombas, incluidas las dialécticas, ¿no? El poemario que comento vio la luz en 1962, cuando tenía apenas treinta años (yo andaba por los dos) y un año después de abandonar el Opus Dei, dato éste significativo por varias razones (de las cuales casi todas han de decirse contra algunos comentaristas de Belo que he tenido la mala fortuna de leer). Porque El problema de la habitación no es un libro “metafísico” (ni “patafísico” siquiera), sino profundamente religioso en el sentido real del término. De ahí que Kierkegaard forme parte del encabezamiento de este comentario –ο δυνάμενος χωρειν χωρείτω, ¿vale? Lo que sucede es que, para nuestra desgracia (la de aquellos seres que somos movidos por la piedad), cada vez hay menos personas en nuestra cultura con sensibilidad religiosa y, acaso peor, la incultura religiosa es galopante. De ahí que cuando aparecen elementos religiosos muchos sagaces comentaristas sean ciegos*.

Ruy Belo no sólo busca, sino que hace suya buena parte de la noche oscura. ¡Pero no seamos tan torpes de medir la vida por las categorías que generamos a posteriori para decirla! Dejemos esa ardua tarea, burocrática tarea y hasta científica tarea, a los agrimensores. Lo que nos ofrece este poemario, como todos los buenos, es la vida en estado puro (¿no me ha recordado a Ungaretti? Será porque no entiendo mucho, supongo), no tamizada por ideas sino con lágrimas en el rostro de las palabras primitivas. Aquí el cantar es lo más cercano al ser y hasta puede que descubramos que cantar es la única forma digna de ser. Pero se me perdonarán todos los comentarios, pues los escribe la fiebre que me azota hace unos días. Encontré un enlace sobre Ruy Belo escrito con respeto, porque son palabras de un alumno que lo apreciaba:
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/0212999x/articulos/RFRM0808110057A.PDF

Acabo con un poema de El problema de la habitación en el que se encuentran algunos de los versos más profundamente tristes que yo haya leído:



A mão no arado

Feliz aquele que administra sabiamente
a tristeza e aprende a reparti-la pelos dias
Podem passar os meses e os anos nunca lhe faltará.

Oh! como é triste envelhecer à porta
entretecer nas mãos um coração tardio
Oh! como é triste arriscar em humanos regressos
o equilíbrio azul das extremas manhã do verão
ao longo do mar transbordante de nós
no demorado adeus da nossa condição
É triste no jardim a solidão do sol
vê-lo desde or umor e as casas da cidade
até uma vaga promessa de rio
e a pequenina vida que se condece às unhas
Mais triste é termos de nascer e morrer
e haver árvores ao fim da rua

É triste ir pela vida como quem
regressa e entrar humildemente por engano pela morte dentro
É triste no outono concluir
que era o verão a única estação
Passou o solidário vento e não o conhecemos
e não soubemos ir até ao fundo da verdura
como rios que sabem onde encontrar o mar
e com que pontes com que ruas com que gentes com que montes conviver
através de palavras de uma água para sempre dita
Mas o mais triste é recordar os gestos de amanhã

Triste é comprar castanhas despois da tourada
entre o fumo e o domingo na tarde de novembro
e ter como futuro o asfalto e muita gente
e atrás a vida sem nenhuma infância
revendo tudo isto algum tempo depois
A tarde morre pelos dias fora
É muito triste andar per entre Deus ausente

Mas, ó poeta, administra a tristeza sabiamente.


Es muy hermoso.


*Algunos palabras venerables, ante las que yo me inclino, tienen la desgracia de caer en manos de modernos, psicólogos, pedagogos o periodistas. Dentro de poco hasta es posible que alguien prentenda dar lecciones de “filosofía del fútbol” donde el primer sustantivo no significa nada porque el segundo sólo da patadas (bueno, ahora por lo visto es un buen negocio capaz de poner precio a los jugadores). Pero mejor me callo.



Shalom

No hay comentarios: