miércoles, 11 de marzo de 2009

Carlos Marzal

UN GRAN POETA
un poemario menor y fallido


Descubrí a Carlos Marzal hace años, pero tarde -y fue exactamente eso: un verdadero descubrimiento. Lo primero que leí fue el poderoso poemario Metales pesados, Barcelona, Ed. Tusquets, 2001 (página en la Red: www.tusquets-editores.es). Aquella obra me hizo buscar otras y así fui dando con todo lo que tenía publicado; recomiendo hacerse con El corazón perplejo. Poesía reunida (1987-2004), Barcelona, Ed. Tusquets, 2005. Leí también una breve narración, que no consigo localizar entre mis libros; me parece recordar que se titulaba Con un poco de suerte (en la Red he encontrado la referencia: se trata de una publicación de la Diputación Provincial de Málaga del año 2006). Era un relato delicioso, que leí entero en uno de esos viajes en autobús de cercanías, cuyo destino parece el fin del mundo: nunca llega y pasas por todas las estaciones posibles (en concreto: el trayecto desde Sevilla a Sanlúcar la Mayor, apenas a veinticinco kilómetros, hecho en algo más de una hora y cinco minutos. A la misma velocidad se tardaría en llegar a Madrid casi veintidós horas...).



No tengo ninguna duda sobre el valor de la poesía de Marzal. Hace unos días comencé la lectura de Ánima Mía, Barcelona, Ed. Tusquets, 2009. Se trata de una colección de poemas dividido en cinco partes (Linterna Mágica, Fluir, Planeta Tuyo, Disciplina, Lo Adentro del Cantao). Casi tiemblo al decir que este poemario me ha decepcionado, pero no porque sea malo (aunque algunos poemas sí me lo parecen, y bien que lo siento), sino porque esperaba más del autor. Deseo que quien lea esto sepa reírse de mi criterio y no me tome demasiado en serio, pues al fin al cabo nada represento: mi único aprendizaje lo he realizado leyendo poesía desde hace treinta y cinco años. Sólo sé lo que he aprendido de esta manera y no en las academias del buen gusto literario*. Pero ¿qué ha pasado con Marzal en Ánima mía? El poeta se ha enredado con las palabras y se ha perdido en su búsqueda de un lenguaje adecuado para transmitir la experiencia de perplejidad ante la existencia. No diré que sobre reflexión, pero sí que el vocabulario raya a veces en lo metafísico (y ya sabemos que Heidegger fue un filósofo creativo -pese a sus pecados: que se lo digan a Karl Löwith-, pero un pésimo poeta; tengo la sensación de que envidiaba secretamente a Paul Celan). Con esto no quiero decir que algunos poemas no me parezcan magníficos; por ejemplo, la paloma y el charco en el que la reflexión no se curva sobre sí en el lenguaje, sino que lo abre más allá de sí mismo**. Citaré pese a todo:

Una paloma abreva en agua sucia,
zurea a su reflejo,
asiente a nada
con la conformidad fuera de quicio
de sus ojos sin párpados.

Picotea febril sobre vislumbres
en que se representa lo casual:
las gárgolas adustas de la iglesia,
ese avión que ahora pasa y que no está
cuando digo que pasa,
el cielo en el espejo de la lluvia.

Qué desaconsejada escena de este día.

Con cuánta impunidad el mundo trama,
se conjura,
con cuánta autoridad urde este mundo
sus emblemas y símbolos.
Cuánta evidencia en la oquedad de todo.

La paloma y el charco.
Lo liviano y lo plúmbeo.
El diluvio y el mensajero humilde.

No me defrauda nada de la vida.
La vida corre audaz a su delirio.

Soy yo quien sufre ahora.
Quien se queda en suspenso.
Soy yo quien es feliz.
Yo quien se salva,
después de su diluvio, en el diluvio.

Por encima de todo cuanto existe,
cortado a la medida de su espanto.

Mi criterio -alguno pensará con razón que más bien mi falta de criterio- choca frontalmente contra el editor, que nos dice en una de las solapas: “ [...] pero con un lenguaje que es ahora una fuente inagotable de prodigios, para expresar la celebración de la existencia y el sentimiento de desamparo”. Sin embargo, yo he encontrado precisamente problemas con el lenguaje; no porque sea ininteligible, sino porque -¿puedo decirlo así?- su inteligibilidad no es poética. Recuerdo un verso de Dámaso:

yo querría decir Madre, amores, novia;
querrría decir vino, pan, queso, miel,
¡qué ansia de gritar
muero, amor, amar!

Me parece que Anima mía es un poemario fallido por esto y, desde luego, yo no lo consideraría el más representativo del autor, pues el gran Carlos Marzal puede dar mucho más de sí. Y lo espero con impaciencia.

*Eso no quiere decir ni mucho menos que yo admita el miserable refrán “sobre gustos no hay nada escrito”. Quien se pase por la sección de Estética de una de las bibliotecas universitarias advertirá gran cantidad de tratados -algunos escritos por escépticos empeñados en que los creamos dando así ocasión a una graciosa paradoja sino fuese porque pretenden que los tomemos en serio. Pienso, más bien, que sobre gustos sí hay mucho escrito y, todavía más, que tenemos criterios para juzgar las obras.

**Me debato siempre con el mismo problema: los derechos de copia. Muchas veces no sé si citar en largo un escrito, pues en los libros se nos amenaza con dureza: “Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación total o parcial de este obra sin el permiso escrito de los titulares de los derechos de explotación”. Esta pieza literaria, cuya calidad y hondura deben ser inalcanzables para el común de los mortales, posiblemente la más repetida y citada (hasta en las ediciones de la Biblia y de El Quijote se halla), parece prohibirnos todo lo que no sea la lectura privada. Como tengo la costumbre de leer los poemas en voz alta -porque en ellos los significantes no sólo remiten, sino que también dan significado-, a veces he temido violar la norma, pues entra dentro de lo posible que los gorriones que llegan al alféizar de la ventana o incluso algún vecino de oído fino hayan escuchado lo que yo, torpemente, recitaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una crítica muy sensible y respetuosa.

Anónimo dijo...

EGO

Los versos de Dámaso son de tal sensillez que permiten descubrir que más allá de las palabrasse esconde un sentimiento verdadero. Más que esconderlo lo muestra sin pudor. Me has recordado que los poetas de siempre siguen existiendo: Dámaso, Salinas, Lorca, San Juan de la Cruz, Aleixandre, Machado, Panero, Muñoz Rojas...Creo que voy a releerlos. Mi alma necesita de ellos. Gracias por recordarme que están ahí.

Me resulta curioso que hables de Sanlúcar la Mayor. También me resulta curioso que te hayas metido en estadísticas. No me gusta ser una número con una hora de aparición y una procedencia, pero te seguiré leyendo. Necesito leerte.
Shalom.